No hay porque tomar en serio un insulto más que a un perro que ladra por ladrar. 6 consejos que debes leer para saber cómo enfrentar insultos y humillaciones.
Los insultos y las humillaciones pueden dañar nuestras perspectivas y nuestra felicidad al socavar la confianza en nosotros mismos y nuestra autoestima.
Incluso la denigración casual puede con el tiempo conducir a sentimientos de aislamiento, alienación, ira, ansiedad y depresión.
Insultos Físicos y Verbales
Los insultos pueden ser físicos, pero por lo general son más verbales, ya sean directos o indirectos.
Ejemplos de insultos físicos pueden ser puñetazos, bofetadas o salivazos.
Insultos verbales indirectos pueden ser bromas, comentarios irónicos, insinuaciones por la espalda, mímicas y la falsa adulación.
Las expresiones faciales pueden sustituir las palabras, cosas como una mirada fría o fija, una sonrisa falsa o exagerada, o una ceja levantada, dependiendo de la intención, también se puede interpretar como insultos verbales indirectos.
¿Cuál es la mejor manera de hacer frente a todos estos tipos de insultos?
Cómo Enfrentar Insultos Y Humillaciones
Considera estas seis posibles respuestas:
- Ira
- Aceptación
- Devolver el insulto
- Humor
- Ignorar el insulto
- Enfrentar al insultador
A continuación, hablaremos de cada una de ellas:
1 – Ira
La ira es una respuesta débil, y esto es por tres razones principales:
- Demuestra que tomamos en serio el insulto y, por lo tanto, al insultador.
- Sugiere que puede haber algo de verdad en el insulto.
- Nos molesta y desestabiliza, lo que, además de ser desagradable, puede invitar a nuevos insultos.
2 – Aceptación
La aceptación puede parecer débil, pero puede ser la respuesta más fuerte de todas.
Cuando alguien nos insulta, debemos considerar tres cosas:
- Si el insulto es cierto
- De quién procede
- Y por qué.
Si el insulto es verdadero o en gran medida verdadero, procede de una persona que es confiable y su motivo tiene mérito, entonces el insulto no es un insulto, sino una aseveración de nuestro actuar que podría ser muy útil para nosotros.
He ahí por qué rara vez nos ofendemos con nuestros padres, profesores o amigos que al decirnos la verdad, intentan ayudarnos en lugar de obstaculizarnos o perjudicarnos.
En términos más generales, si respetas a la persona que te ha insultado, en lugar de enfadarte o molestarte, deberías reflexionar sobre el insulto y aprender todo lo que puedas de él.
Por otro lado, si crees que la persona que te ha insultado no es digna de tu consideración, no tienes motivos para ofenderte, por la misma razón que tampoco tienes motivos para ofenderte con un perro que ladra por ladrar.
Así que, sea cual sea el caso, no tienes motivos para ofenderte.
3 – Devolver el insulto
Hay una serie de problemas para devolver el insulto.
En primer lugar, tu argumento tiene que ser inteligente y cortante, o al menos acertado; y en segundo lugar, se te tiene que ocurrir en el momento justo.
Pero, aunque seamos listos, el insulto perfecto rara vez es la mejor respuesta.
El problema fundamental con devolver el insulto, por muy brillante que este sea, es que nos iguala con nuestros insultadores, ellos bajándonos a su nivel y nosotros elevándolos al nuestro.
Esto les da a ellos, a su comportamiento y a su insulto, demasiada legitimidad.
Al devolver el insulto también se corre el riesgo de herir al insultador e invitar a nuevos ataques.
4 – Humor
El humor, si tiene éxito, puede ser una respuesta especialmente eficaz, por tres razones principales:
- Socava al insultante y su insulto.
- Pone de nuestro lado a terceras personas.
- Desvanece la tensión de la situación.
El humor puede socavar un insulto, pero tiene que ser bien oportuno y estar bien expresado.
5 – Ignorar el insulto
El humor, por desgracia, tiene algunos de los mismos inconvenientes que devolver el insulto: Tu respuesta tiene que ser graciosa, y tiene que ser bien oportuna y estar bien entregada.
Por eso, ignorar el insulto es mucho más fácil y de hecho, más poderoso.
Ignorar un insulto puede ser poderoso, pero en algunos casos, puede ser necesario tener unas palabras firmes con la persona que insulta para establecer límites.
6 – Enfrentar al insultador
Ignorar el insulto funciona bien con los desconocidos, pero puede no ser una estrategia sensata o viable cuando se trata de personas con las que tenemos una relación personal o profesional continua.
En estos casos, puede ser preferible “hablar calmadamente” con el insultador (calmada, pero firme) en un intento de reafirmar nuestros límites.
Para crear una sensación saludable de espacio personal o profesional, hay que establecer ciertos límites físicos y psicológicos.
Es fundamental tener claro dónde están esos límites y al igual que con el adiestramiento de cachorros, hay que reafirmarlos cada vez que crucen los límites.
Esto puede requerir mucho esfuerzo, y a veces coraje también, pero si se hace desde el principio suele ser muy eficaz.
Nunca hay que ofenderse por un insulto.
La ofensa no existe en el insulto, sino en nuestra reacción a él, y nuestras reacciones están completamente bajo nuestro control.
No hay que esperar que un patán sea otra cosa más que un patán y si nos ofendemos por su mal comportamiento, solo podemos culparnos a nosotros mismos.
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© Alberto Gutiérrez
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